lunes, 25 de junio de 2012

Ivan Turgueniev


Primer Amor, novela corta de Turgueniev publicada en 1860 y editada recientemente por Alianza Editorial, cuenta la historia de un desengaño amoroso. Vladimir Petrovich, un hombre ya maduro, decide narrar a un grupo de amigos su primera aventura amorosa, sus correrías cuando apenas contaba dieciséis años detrás de una joven aristócrata de veintiún años, que responde al inolvidable nombre de Zenaida. La novela tiene un marcado tono autobiográfico.
            Vladimir es un joven que pasa la primavera y el verano en una dacha alquilada por sus padres. Prepara el examen de ingreso en la universidad. Su vida transcurre apaciblemente hasta que en la casa limítrofe con la dacha se instala una princesa arruinada con su hija, la bella Zenaida. Vladimir –Voldemar para Zenaida- es apenas un chiquillo, un niño educado en la soledad y en el ambiente de una casa señorial seria, que entra en contacto con el mundo de los adultos al enamorarse de la joven princesa. Turgueniev describe la alegría de los juegos que recorren la casa de Zenaida y en los que participan un conjunto de enamorados de la princesa: un médico, un joven soldado, un conde, un poeta y el propio Voldemar. La idea de Turgueniev es mostrar el proceso de enamoramiento de Vladimir y su maduración como persona. Puede ser considerada en este sentido Primer amor como una novela de formación.
            Las relaciones de Vladimir con sus padres, la descripción del ambiente familiar, la separación entre padres e hijos, la indiferencia de los padres, los escasos momentos de ternura que se viven en la familia son temas que explota Turgueniev y que en cierta medida se asemejan a notas autobiográficas. El padre de Vladimir es descrito como un hombre frío y distante, sólo tierno en ocasiones. La madre es claramente antipática. La relación amorosa que establece el padre de Vladimir con Zenaida y que sólo al final de la novela sale a la luz permite a Turgueniev tratar el tema de la infidelidad.
            Los sentimientos que experimenta el enamorado Voldemar son muy diversos. Turgueniev habla de melancolía, alegría, presentimiento del futuro, deseo y miedo de vivir. El amor de Voldemar es juvenil, ese que se experimenta por primera vez y jamás se olvida. De hecho así queda constatado en la narración del propio Vladimir a sus amigos, una vez ya se ha convertido en un hombre maduro. El joven experimenta pasión y sufrimiento a partes iguales. “Ella”, recuerda Vladimir, “se reía de mi pasión, jugaba conmigo, me mimaba y me hacía sufrir”. El héroe parece un niño rendido a los pies de la joven princesa. Es intención de Turgueniev resaltar este carácter infantil de las relaciones de Vladimir con su enamorada. El amor de Voldemar contrasta con la dimensión desconocida del otro amor, sobre el cual apenas puede hacer conjeturas y que no comprende, el que viven Zenaida y su padre. El joven héroe empieza a madurar al mismo tiempo que se desvelan las íntimas relaciones de su progenitor.

Hacia el final de la novela, Turgueniev deja correr el tiempo con la intención de mostrar la evolución futura de sus personajes. Tras pasar cuatro años, Vladimir ha terminado sus estudios universitarios. Se ha convertido en un hombre. Su padre ha fallecido de un ataque. El héroe deja pasar la última oportunidad de ver a Zenaida antes de que muera en un parto. La muerte de su padre y de Zenaida sirven a Turgueniev para reflexionar sobre el esplendor de la juventud perdida, sobre la lozanía de ese primer amor que permanece como recuerdo inmaculado de una época en la que se espera lo mejor de la vida. El héroe, narrador de la historia, siente que ha llegado el atardecer de la vida y entonces sobreviene la idea de la muerte. Los recuerdos del primer amor se mezclan con la imagen del odio y el horror ante la muerte. Vladimir reza por su padre y por Zenaida, que ya reposan en sus tumbas, pero no se olvida de rezar por él mismo porque sabe que ha entrado en el otoño de su existencia. En el recuerdo nos queda la despedida de Zenaida que pronuncia el héroe de esta bella historia: “…la querré y la adoraré hasta el fin de mis días”.