jueves, 31 de enero de 2013

Antonio Orejudo


En 1996 Antonio Orejudo agita el panorama narrativo español con una novela cuando menos arriesgada y sorprendente que responde al ingenioso título de Fabulosas narraciones por historias. La novela se desarrolla en un marco temporal amplio que abarca desde el inicio de la dictadura de Primo de Rivera en 1923 hasta la postguerra y cuenta las andanzas de tres jóvenes que estudian en la Residencia de Estudiantes, pero que luego siguen caminos divergentes cuando llega la segunda República. En los destinos de estos tres jóvenes, Orejudo ha querido seguramente mostrar en cierta medida la evolución del país hacia el panorama anodino de la postguerra. Santos es un pueblerino enriquecido, sin cultura ni educación, obsesionado por las mujeres maduras. Patricio es un escritor en ciernes que lucha por abrirse camino en el mundo de la literatura con su primera novela. Martiniano, sobrino de Azorín, es un joven violento, de talante revolucionario. Los tres muchachos conviven y estudian en la Residencia de Estudiantes hasta que, producto de sus continuas gamberradas, son expulsados. A partir de ese momento sus caminos van a diferir. Patricio se convierte en un escritor de éxito a costa de publicar auténtica basura literaria y Martiniano se relaciona con los anarquistas. Pero ninguno de los dos va a tener futuro a largo plazo porque los revolucionarios y los escritores no tienen nada que hacer en la España que se avecina después de la guerra civil. Es precisamente el más simple de los tres camaradas, el que no tiene pretensiones ni grandes aspiraciones, Santos, quien logra un futuro más brillante en la España franquista.
            Escrita con maestría y soltura narrativa, Fabulosas narraciones por historias sorprende sobre todo por su tono completamente irreverente. El lector asiste atónito a una desmitificación de lugares y personajes esenciales de la cultura española del siglo XX. La Residencia de Estudiantes, llamada a modo de chanza La Casa, es un lugar oscuro, casi siniestro, donde se tejen las más variadas conspiraciones. Su lema, “Diversidad, Minorías, Cultura y Atletismo”, es una burla más de Orejudo. En la Residencia pululan personajes reales de la época que el autor convierte en seres de ficción. Con fina ironía, Orejudo describe con breves frases a los más grandes escritores de la época. Así, Ortega y Gasset se transforma en “el incansable luchador por la europeización cultural de España”, Juan Ramón Jiménez en un “refinado poeta y exquisito prosista”, Azorín en el “gran maestro del habla española” y Unamuno en “la más fuerte personalidad de la generación del 98”. Además, el joven poeta Lorca es satirizado como el “genio de la Residencia” y se parodia la forma de escribir novelas de Ramón Gómez de la Serna, porque sus ficciones carecen de argumento y los personajes son planos. En realidad, da la sensación a lo largo de toda la novela que Orejudo sitúa en un mismo plano a Ortega, Juan Ramón y Gómez de la Serna, como exponentes de la nueva literatura que se estaba imponiendo en la España de los años 20. De hecho, en Fabulosas narraciones por historias se habla de un Proyecto Generación (sin duda una referencia velada a la generación del 27) integrado por una serie de jóvenes, cultos, amantes de la poesía y el ensayo, y enemigos de la novela realista. En cierto modo, la nueva literatura surge en oposición a todo lo que representa Benito Pérez Galdós. Aquí es donde da la impresión de que Orejudo toma partido de forma sutil por la novela tradicional advirtiendo por boca de uno de sus personajes que en España debería existir una estatua de don Benito en cada esquina y un retrato suyo en cada escuela. No es de extrañar, pues, la imagen totalmente desmitificada que se nos ofrece de Juan Ramón, Unamuno, Ortega y Ramón Gómez de la Serna, hasta el punto de hacernos sonrojar. En todo caso, lo que no cabe ninguna duda es que Fabulosas narraciones por historias refleja con evidente nostalgia una época de efervescencia literaria y cultural en general, los años 20, una época en donde la literatura estaba más cerca del poder y los hombres de letras eran respetados por todas las clases sociales.
La novela tiene una estructura que se asemeja a un puzzle en el que se mezclan los más variados fragmentos. Al margen de la línea argumental principal, Orejudo incluye textos de autores de la época relacionados con la temática que se plantea en cada momento de la historia, textos de Ortega, Ramón Gómez de la Serna, Unamuno…También introduce historias casi pornográficas recogidas en una revista de la época, La Pasión. Añade, finalmente, cartas de una de las protagonistas de la narración, que supuestamente está ayudando al autor a escribir la historia. Todo ello aderezado con interludios en los que Orejudo se recrea mostrando cómo eran las tertulias literarias de la época. Para rematar esta imagen de los años veinte, se describen en la novela las cacerías y las fiestas de los aristócratas. Hay en todo caso una tendencia a la exageración y a la desmesura en las descripciones, como si Orejudo tratase de enfatizar aquello que está contando, concediendo de este modo a la narración un tono irreal, de alejamiento de lo verosímil.          
En las páginas finales de la novela, Orejudo se burla de su propia obra consciente quizá de sus posibles defectos: la escasez de vocabulario, la estructura en fragmentos de la novela, las situaciones inverosímiles, las incongruencias históricas sobre todo en el empleo de un vocabulario contemporáneo o la utilización de una pornografía zafia. Es como si Orejudo no se tomara demasiado en serio a sí mismo, como si todo fuese un juego literario en el que se nos ofrecen Fabulosas narraciones por historias.