jueves, 29 de septiembre de 2016

Dinero, mentiras y realismo sucio

En el año 2000 se publica en Madrid, en Ediciones Irreverentes, la novela Dinero, mentiras y realismo sucio, el cuarto libro del escritor y editor Miguel Ángel de Rus. La obra es recibida por la crítica con grandes y merecidos elogios, siendo ensalzada por personalidades tan dispares como el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón o el poeta Luis Alberto de Cuenca, al tiempo que periódicos de signo muy diferente, como El País o ABC, resaltan el valor literario de la novela. Por aquel entonces ya algunos críticos hacen hincapié en las resonancias valleinclanescas y cervantinas en la obra del escritor madrileño, pero todavía pasa casi desapercibida la influencia de la literatura francesa de finales del siglo XIX y principios del XX en De Rus, la deuda contraída por el escritor con la cultura gala. Estas dos tradiciones están en la base de todo lo que ha escrito De Rus a lo largo de dos décadas. Ahora, años después de la primera edición de la novela, cuando la obra del escritor madrileño ha alcanzado la plena madurez con la publicación de sus Novelas reunidas (Mar Editor, 2016), se presenta la oportunidad de revisitar esta pequeña joyita titulada Dinero, mentiras y realismo sucio. 
La obra literaria de Miguel Ángel de Rus deambula entre la necesidad de una mirada exterior al mundo en el que vivimos -una mirada furibunda, llena de odio, cinismo e ironía a partes iguales- y la búsqueda ansiosa de un refugio interior, que en el escritor madrileño se encuentra siempre en los libros, en la música, en la pintura, en el cine, en la cultura en general. En este sentido, De Rus trata de situarse en el marco de lo que podríamos denominar la verdadera cultura, distinguiéndola de la falsa cultura que prevalece hoy en día y que es un reflejo del podrido mundo que nos rodea. Para mostrar esta realidad tan desagradable, Miguel Ángel de Rus elige Estados Unidos como marco en el que se desarrolla la historia de Dinero, mentiras y realismo sucio, y cuenta los avatares de un crítico y escritor que decide vender su alma y su talento escribiendo las historias más zafias, vulgares y amorales que se puedan imaginar con tal de dar carnaza al vulgo y conseguir fama y dinero. Es como prostituirse a través de la literatura.
            La historia de este escritor, Martin White, es presentada en tono casi autobiográfico, en primera persona. La estructura de la novela combina de forma ejemplar la narración de las peripecias del protagonista en el mundo editorial con pequeñas historias, que sirven para ejemplificar el tipo de literatura que escribe Martin White. De Rus describe con ligereza el ascenso del escritor desde sus inicios en los que mezcla el trabajo radiofónico con la publicación de críticas y relatos hasta el momento en que empieza a escribir novelas que le reportan el éxito y la fama, y le convierten en el apóstol del erotismo, el máximo representante de la literatura underground y el realismo sucio. Justo cuando se encuentra en la cúspide de su carrera, una crisis existencial provocará la progresiva caída del escritor. Cada peldaño que sube camino de la gloria y el dinero hace más evidente el proceso de degradación moral que experimenta el protagonista, hasta el punto de que el lector asiste asombrado en las últimas páginas del relato a una especie de descenso a los infiernos en el que Martin White se va destruyendo lentamente. De Rus ha elegido a un mediocre escritor estadounidense como eje de la historia porque eso le permite por una parte realizar una sátira de la sociedad norteamericana y por otra parte describir las falsedades de la mayor parte de la literatura estadounidense de éxito. Abundan, pues, en Dinero, mentiras y realismo sucio, los comentarios peyorativos a propósito de un tipo de novelas escritas para gente con un bajo coeficiente intelectual, orientadas directamente hacia el cine, auténtica literatura basura.
            Es curioso observar cómo esta visión del mundo y de la literatura que nos ofrece De Rus a propósito del modelo estadounidense se ha trasladado a la vieja Europa, lo que convierte a Dinero, mentiras y realismo sucio en un libro de enorme actualidad. La literatura como negocio está a la orden del día, la mayor parte de los libros de éxito tienen una estructura calculadamente repetitiva y la falsedad en la cultura y en el arte lo inunda todo. No es casualidad que De Rus haya elegido como compañeros de viaje y amigos del escritor Martin White a un falso pintor, a un falso actor y a un falso escultor. Todos estos personajes son un reflejo del fracaso de la cultura moderna y, aún más, son personajes carentes de moral, de escrúpulos, el vivo retrato de una sociedad y una época decadentes. En la ciudad de Nueva York, Martin White escribe libros para la mayoría, literatura que no dejará huella, vive a todo tren, gozando de las más bellas mujeres. Martin White cumple el auténtico sueño americano, pero en una vida que está completamente dirigida, tal como nos recuerda De Rus, cualquier desliz puede provocar la caída. Todo es tan frágil. Y tan falso. Y entonces, justo en ese momento en que el mundo se derrumba alrededor de Martin White, nos damos cuenta de que le faltan las palabras para expresar los sentimientos y el dolor que atraviesa el alma. El escritor comprende que quizá la felicidad y el verdadero mundo se encuentren en esa juventud apegada a los libros clásicos. En el brillante final de Dinero, mentiras y realismo sucio, de claras reminiscencias quijotescas, Martin White percibe con claridad que ha vivido inmerso en la locura, en un mundo falso. Sólo al final, cuando está hundido en la más absoluta miseria moral, recupera la cordura. Por mi parte, tal como escribe De Rus en el memorable epílogo de la novela, “ya está bien”.