sábado, 31 de diciembre de 2016

Pessoa, el señor de la nada

En Pessoa, el señor de la nada (Irreverentes, 2014), Francisco Legaz describe, a medio camino entre la realidad y la ficción, entre el diario y el ensayo, un viaje de carácter iniciático a Lisboa. El protagonista de la historia se lanza al vacío, lo abandona todo (mujer e hijas) para viajar a la capital portuguesa siguiendo los pasos de Pessoa, tomando como excusa un libro que le sirve a modo de guía personal, Atlas de geografía Pessoana, de Leao Borreiro. Una vez en Lisboa, recorre los parajes que antaño visitó el poeta, desde los cafés donde escribía a los enclaves en que meditaba, como un mirador sobre el Tajo. Mientras tanto, toma notas porque mantiene la idea de escribir un libro con las experiencias vividas en la ciudad. De hecho, da la sensación de que la novela se está escribiendo al hilo de la investigación, a partir de esas notas, concediendo de este modo a Pessoa, el señor de la nada un cierto tono autobiográfico. 
El protagonista de la novela se mueve en una especie de caos desordenado, al igual que el relato. Visita el cementerio de “Los prazeres”, las viejas librerías, las calles por donde transitaba Pessoa, pero pronto se da cuenta de que la ciudad en la que vivió el poeta se ha desvanecido y una melancólica decepción, una sensación de vacío, soledad y desamparo se apodera de su alma al comprobar el devenir de las cosas. Por eso, se muestra cada vez más descuidado, obsesionado con la bebida, como si estuviese asimilando los rasgos de la vida de Pessoa, y camina de forma inexorable hacia la desidia y la locura, incluso piensa en el suicidio y escribe cosas inconexas. Imagina historias y heterónimos, se convierte casi en un vagabundo que pinta cuadros para sobrevivir. Parece abocado a una suerte de exilio interior marcado por la indiferencia hacia todo. Obsesionado en buscar un lenguaje carnal y verdadero, que sea capaz de mostrar la esencia de Pessoa y de Lisboa, vive en una especie de sueño en donde las situaciones parecen repetirse y el tiempo se difumina –en todos los sentidos- a través de la metáfora de la niebla que cubre la ciudad.
La novela está repleta de divagaciones, de ensoñaciones. Las citas de Pessoa son frecuentes, al hilo de la narración, argumentando, reforzando la historia. Legaz juega con las identidades del poeta, con su posible inexistencia, e indaga en algunas de las cuestiones que atraviesan su obra literaria, desde la infidelidad hasta la tristeza y la mentira como elementos que definen la existencia humana. No es casualidad que la última visita del protagonista, antes de lograr salir de Lisboa, sea a una especie de eremita que habita en un faro. Es el final de una búsqueda en medio de un tremendo desconsuelo y desasosiego.